No me gusta trabajar, ¿qué hago?

En julio de 2021, ya con el titulín de abogado entre las manos, mientras trabajaba contabilizando facturas y con toda la vida por delante, me pillé un billete de avión de ida a Irlanda.

La vuelta ni estaba ni se le esperaba.

Lo cogimos un colega y yo. Nos íbamos juntos.

Dos semanas antes de que saliera el avión, ese mismo colega me llamó: sus padres se iba a divorciar. Así que decidió perder los ciento treinta y pico euros del billete y quedarse en casa con su madre y cuidando de su hermana, lo cual le honra y estoy muy orgulloso de él por eso.

Yo entré al despacho de mi madre a contárselo.

El día 13 de octubre me voy a Irlanda. Ya he pillado el billete.

No dijo nada. La miré, me miró y, antes de que se pusiera a llorar, cerré la puerta y volví a mi mesa.

Yo era un mierdas que no había hecho nada en mi vida más que estudiar, jugar a fútbol regular y vivir bajo el paraguas de mis padres. Inutilizado. Muerto aspiracionalmente con 23 años.

Los de mi generación somos la mayoría así. Hemos vivido de puta madre porque nuestros padres nos tienen mimados, sobreprotegidos y empanados. Y eso que yo he currado desde los 14 años. Los que vienen por detrás, los que con 4 años saben ponerse un vídeo de YouTube y con 16 suben fototetas, lo tienen todavía peor.

Así que yo quería irme a la mierda a conocer qué es eso de sufrir y empezar de cero. A ser el spaniard pobrecito que vive en un país socialcomunista de sol, playa y cerveza barata.

Yo pensaba que todos esos irlandeses que amaban el sol de Alicante o Málaga eran todos gilipollas. Ninguno hablaba del jamón ibérico, de la paella ni de las lentejas. Ellos comían patatas aplastadas con mantequilla y una salsa dulce color mierda que emulaba al Pedro Ximénez.

Los fakin Irish no serán tan tontos cuando con un país lleno de borrachos y vagabundos son los que más pasta ganan de la Unión Sidosa Europea y del mundo, sólo por detrás de Luxemburgo y Singapur.

Algo debía aprender de ellos, aunque sólo fuera pronunciar correctamente vegetables o temperature.

Empecé currando en el buffet de un hotel de 4 estrellas con gym, spa y cantina para los empleados. Algo sencillo. Para currar de camarero necesitas dos cosas: ser simpático y tener dos dedos frente. Todo lo demás se puede aprender. Esas dos cosas no.

El primer día de curro llegué a las 5:45 y en la barra de la cafetería me esperaba un chaval con el pelo a lo afro y una cara de yonki de los que se fumaban hasta las ramas de eucalipto en la entrada de mi instituto, el fenotipo de los que van al Viñarock.

Intercambiamos tres frases en inglés rollo cómo te llamas y no necesitamos más para darnos cuenta de que ambos éramos españoles por el acento. Y por los nombres, coño.

Teníamos el mismo horario, la misma energía y la misma incredulidad con las costumbres irlandesas. Era un buen chaval.

Los irlandeses son unos mansos que te cagas, así que contratan a pobrecitos inmigrantes más espabilados que ellos para hacer cosas que ellos no quieren hacer. Un irlandés en zona de playa en agosto de camarero no dura ni dos horas. Durante la primera se achicharra y durante la segunda ya va borracho. Y ellos sabían que éramos buenos. Lo hacíamos todo el doble de rápido y el triple de bien.

Por eso hacíamos lo que nos salía de los cojones.

Cúbreme, que me voy a fumar un cigarro y luego a por el muñeco de barro.

Vale, luego tú me harás un flat white.

Hablábamos en español para rajar de la inutilidad del resto de la plantilla y la supervisora lloraba porque no nos entendía, que era una falta de respeto y no sé qué.

Un día me quedé a dormir en el sofá de su casa. Nos levantamos a las 4:30 de la mañana porque entrábamos a las 5:30. Nosotros y una china a preparar todo el buffet: los zumos, los cruasanes, los panecillos, todo. Sin nosotros allí, no desayunaría ni Dios.

Pusimos música de Bad Bunny a toda hostia, hasta que llegó la supervisora a decirnos que qué cojones hacíamos, que ese hotel era de un gran nivel y esa música no era apta. ¿Cómo se puede decir eso del gran poeta del siglo XXI?

Sergio, que así se llama el susodicho, tuvo varios amagos de despido. No soportaba a una supervisora retrasada mental que nos ordenaba absolutas gilipolleces, como que nos inventáramos el trabajo si no lo había.

Do fucking something.

Sueño por las noches con esa frase.

A mí me llevaron varias veces a una reunión entre la supervisora media y la supervisora madre, a ver qué problema había entre nosotros.

Que es retrasada, qué me va a pasarCreo que me tiene manía esta fea.

Siempre me han tenido manía las feas. Supongo que es porque siempre me han gustado las guapas. Y las irlandesas eran casi todas muy feas o parecían cuadros de El Greco.

A pesar de todo, nos molaba trabajar ahí. Ganábamos pasta, había gente de todas las culturas, saqueábamos la cantina, nos reíamos mucho y había más españoles exiliados: una bollera que se iba a casar con una irlandesa, una gallega que se echó un novio irlandés y luego se piró a Islandia y una pastelera que nos usaba de ratas de laboratorio para ver si le había salido bien la tarta de queso.

Parecía que todo el mundo allí sólo pensaba en follar. En probar el Fish & Dicks.

Sergio se lió con una irlandesa del hotel y luego la cosa acabó mal. Lloros incluidos mientras tomábamos café. Sergio era un chaval peculiar. Hace poco le escribí y aún no le ha llegado el mensaje. Aparece sólo un tick. No sé dónde estará.

Yo no podía pensar en follar porque mi novia estaba en España. Sólo pensaba en acabar de currar, irme al gimnasio y volver a mi casa a hacerme unas webs que me dan entre 20 y 50€ al mes sin hacer nada. Tenía que concentrarme en eso. Bueno, en realidad sólo una me da dinero, que canjeo por cheques de regalo de Amazon para comprarme libros y otras drogas con las que satisfacer mi Diógenes.

En ese tiempo, hice cuatro webs. Tres absolutas mierdas y una que aún funciona. Si hacía muchas más, ganaría mucho más, lógico. Ese era el esquema mental. Trabajar poco y ganar mucho. O trabajar mucho durante poco tiempo y luego echarme a dormir.

No sé por qué dejé de hacer webs. Supongo que porque nunca he estado más de 3 meses haciendo lo mismo.

A los 3 meses de currar en el hotel, me piré. No aguantaba más retrasadeces.

Me fui de supervisor a un restaurante guapísimo, de estos donde echan el fútbol en una pantalla gigante. 3 días antes de la final de la Champions, me piré. El jefe me llegó a decir que me “salvaba porque, por suerte, no era un inútil”. Dejé mi pizza a la mitad, cogí mi abrigo, dejé las llaves y me piré con el restaurante lleno. F*ck you boss!

No llevaba 3 meses. Pensé en dedicarme a hacer webs sin parar. Iba al gimnasio, a clase y hacía webs.

Casi me fichan en una empresa de zumos saludables y proteicos, pero en la entrevista me hicieron la clásica pregunta de dónde me veía en 5 años, y siempre contesto lo mismo:

Reconquistando Gibraltar a caballo.

Estuve casi dos meses sin currar, sólo haciendo webs como un loco. Las 3 que nunca han funcionado. Y esa fue una de mis mayores cagadas. Ni tenía webs ni tenía dinero. No es que me fundiera el dinero en cervezas, es que lo iba a invirtiendo, dejándome en la cuenta bancaria lo mínimo para subsistir y ser más eficiente. Otra absoluta cagada, porque luego lo he tenido que desinvertir para hacer una reforma, comprar freidoras y su puta madre.

Y ahora qué, crack. Está guapo lo de emprender salvo por el mero hecho de que tienes que comer.

Nunca he aguantado a nadie que me dijera lo que tengo que hacer, mucho menos si me lo dice en otro idioma y encima está al nivel de Steisy.

A mí me gusta comer, leer y hacer deporte. Como empleado soy lo puto peor.

Nunca más volveré a currar para nadie. Prefiero ser vagabundo y vivir bajo un puente. Y no me creo ni mejor ni peor que nadie. Es mi estilo de vida y con él me haré rico o me arruinaré.

Puede que sí. Puede que trabajara bien una sola vez:

Con 17 años curré en un festival de música indie, en la consigna. La gente me daba sus mochilas y yo las vigilaba para que no se movieran de ahí. Tenía una montaña de mochilas. Curraba de 18 de la tarde a 6 de la mañana, y de 1 de la mañana a 6 me tocaba los cojones. La gente estaba demasiado ocupada drogándose y bebiendo y no necesitaba sus mochilas, yo mientras leía La Catedral del Mar. Y eso fue lo que hice durante 3 días.

El último día cobré mis 250€ en metálico y me fui a mi casa.

Nadie me dijo lo que tenía que hacer, ni cómo poner las mochilas, ni cómo comerme el bocadillo de lomo que me daban, ni cómo cobrar por unos cargadores portátiles, ni cómo organizarme la garita ni qué podía leer y qué no ni que no podía tirarle la caña a las chicas guapas que salían de la piscina de la zona VIP.

17 años, 250€ por custodiar mochilas, leer, ver chicas en bikini y tocarme los cojones durante 3 días. Ahora la peña quiere ser YouTuber. Yo preferiría hacer eso.

Sólo lo hice ese verano, tampoco sé por qué, porque molaba. Estaría pensando en otras cosas. En aprobar biología o en la pava que no me hacía caso.

La gente me pregunta cómo escribir bien. Vete a un festival entre yonkis y música tecno y ponte a leer. Seguro que mejoras.

Eso sí que lo he hecho más de 3 meses seguidos. Y parece que se nota, aunque yo sigo pensando que escribo como un mono rociado con RedBulls.

Al volver a España, me dio por montar un chiringo de hostelería. De todo el puto día en la oficina a trabajar de camarero y carnicero a montarme yo mi parque de bolas. Supongo que ya es un tema de vicios o de sujetarme el cubata.

Juré no convertirme en aquello que siempre quise destruir: un jefe que controla hasta cómo cortas las rodajas de limón, cómo orientar la carta del menú o cómo escribir los fundamentos de derecho en una demanda, que si en negrita o Times New Roman 14.

Chico, cómeme los huevos.

Si hay que hacer bolsas de chopitos de 100 gramos, me da igual si lo haces con la izquierda, con la derecha o colgado del techo bocabajo porque te ha picado una araña.

Estuve un año y pico esperando a abrir un local que debería haber abierto en menos de 6 meses desde que volví a España.

Con 0 ingresos, salvo mis webs, que no iban a mi cuenta bancaria sino a Amazon. Tres meses antes de inaugurar dije que ya estaba bien, y que tenía que ponerme a generar. Me di de alta en Glovo para repartir, pero como esos pierdedinero también son más lentos que el caballo del malo, me dieron de alta ya cuando había abierto el chiringo.

El timing fue ideal, vamos.

Ahora lo habría hecho todo diferente. Habría tenido algo “seguro”, una estabilidad, un sueldín, algo. Me habría montado un negocio sólo de por las tardes o los fines de semana y habría tenido paciencia hasta que me diera más dinero que una asquerosa nómina.

No lo hice así. Yo me tiré a una piscina vacía y aquí estamos. ¿Bien? ¿Mal? No arrepentido, pero tampoco orgulloso.

Eso sólo lo sabrás si mueves el ojete. Leyendo libros no se aprende tanto. Tanto leer para luego hostiártela a la primera que te vas a lo incómodo.

Pero bueno, que yo tampoco tengo mucha idea de compaginar curro con emprendimiento, ni de equilibrar seguridad con incertidumbre. Yo soy o todo o nada, yo soy o puerta grande o enfermería, y tampoco creo que ese sea el ejemplo ni el camino a seguir.

Simplemente, es el mío.

Si te ha gustado este artículo, apúntate al newsletter: